LECTURAS Y COMENTARIOS

El Domingo / 24 de abril de 2011

El sepulcro vacío se llenó de esperanza y de alegría.

Los relatos de la Resurrección son bastante sobrios. El misterio glorioso trasciende todas las palabras que puedan contarlo. De hecho, el momento y la manera de la resurrección no aparecen en ninguno de los relatos evangélicos; nadie lo vio, nadie es testigo de ese instante glorioso. Jesús resucitado se va manifestando poco a poco y con distintos signos, para que puedan reconocerlo vivo.

Lo importante es que la muerte no ha sido la última palabra y que su triunfo y su vida nueva le dan sentido a nuestra vida y a nuestra esperanza: ¿Si Cristo no resucitó vana es la fe de ustedes? (1Cor 15, 17).

Porque nuestra fe cristiana no depende tanto de una doctrina, de un código moral, de unas costumbres, sino de una Persona que nos comunica su vida. Se destaca la fe del primer discípulo que cree en la resurrección.

Pedro vio que no estaba el cadáver, vio los lienzos y el sudario, pero no le bastó para creer. El otro discípulo, en cambio, dejó que esa escena fuera iluminada por la Palabra de Dios, por los anuncios que decían que el Redentor iba a triunfar (Is 52, 13; 53, 11) y por los anuncios de Jesús que hablaban de su resurrección.

Por eso reconoció que el Señor había resucitado. Esto nos ayuda a descubrir que también los hechos aparentemente oscuros de nuestra vida, si los iluminamos con la Palabra del Señor, adquieren un significado de vida nueva, de resurrección, de esperanza.

Así con el sepulcro vacío iluminado por la Palabra de Dios, se anunció a gritos que Cristo había vencido a la muerte.
P. Víctor M. Fernández